En un discurso ante unos 2.000 educadores, profesores y padres reunidos en el Vaticano, el Papa Francisco lanzó una contundente advertencia sobre el impacto del acoso escolar en las escuelas, calificándolo como un factor que prepara a los estudiantes para la guerra en lugar de fomentar la paz.
El pontífice, comprometido con la promoción de valores de unidad y justicia, instó a la comunidad educativa y a las familias a tomar medidas firmes contra el acoso, destacando la importancia de construir ambientes que prioricen el diálogo, la empatía y el respeto mutuo.
La escuela: un semillero de paz o de conflicto
Francisco elogió los esfuerzos de muchas escuelas por enseñar la paz como un valor fundamental a través de las materias académicas y actividades creativas. Según el Papa, fomentar una cultura de paz desde los primeros años de formación escolar es esencial para “construir un mundo más justo y fraterno”.
Sin embargo, advirtió que estas iniciativas pueden quedar socavadas si en el entorno escolar persiste el acoso.
“Si, en la escuela, os hacéis la guerra entre vosotros o participáis en el acoso, os estáis preparando para la guerra, no para la paz”, afirmó.
El diálogo: clave en la familia y la educación
El pontífice también subrayó la importancia del diálogo dentro de las familias como un medio esencial para abordar problemas como el acoso escolar. Según Francisco, el diálogo no solo es una herramienta para resolver conflictos, sino una forma de crecimiento y desarrollo personal.
“Es el diálogo lo que nos hace crecer”, expresó, animando a los padres a mantener una comunicación abierta con sus hijos y a trabajar juntos con los educadores para erradicar el acoso en todas sus formas.
Un llamado a la acción
El mensaje del Papa Francisco es una invitación a la reflexión colectiva y a la acción inmediata contra el acoso escolar. Sus palabras refuerzan la necesidad de que las escuelas y los hogares se conviertan en espacios donde los jóvenes puedan desarrollarse en un entorno que valore la paz, el respeto y la solidaridad.
Este discurso no solo resalta la gravedad del acoso escolar, sino que posiciona a la educación como una herramienta transformadora para construir una sociedad más pacífica y empática.